De mayor quiero ser soldado es la historia de Álex, un niño de ocho años fascinado por la violencia en la televisión y en los videojuegos. Álex empieza a desarrollar problemas de comunicación con sus padres y otros compañeros del colegio, por lo que se encierra en sí mismo, inventando dos amigos imaginarios, el astronauta capitán Harry y su alter ego, el sargento John Cluster. Cuando su madre da a luz gemelos, Álex empieza a sentirse solo y desatendido, eclipsado por la llegada de sus nuevos hermanos. Traicionado y herido, consigue que su padre le recompense con algo que siempre había deseado: una televisión en su cuarto. A través de la televisión, Álex descubrirá un nuevo mundo y se sentirá totalmente fascinado por todo lo que ve. El elemento catalizador de la historia será esta creciente obsesión por las imágenes de guerra y destrucción.
Opinión:
Bajo mi prisma personal, esta es una de esas películas que formalmente, pese a no destacar especialmente entre sus compañeras de género, consigue enganchar con un pulso narrativo decente y sus aspectos formales (desde la fotografía al montaje) son más que decentes si los comparamos con el drama familiar medio que solemos ver por ahí.
- Esto, como resultado daría una película de un 6 aproximadamente. ¿Dónde radica el problema?
Críticas:
- Cuando ya nos habíamos olvidado absolutamente todos ella, y ni falta que hacía que nos la recordaran, va y se estrena a nivel nacional De mayor quiero ser soldado, nuevo trabajo de Christian Molina tras las cámaras cuya firma también aparece en el guión. En este caso, el director busca concienciar a la sociedad sobre la violencia infantil, a través de la historia de un niño llamado Alex que no es que viva en la mejor (pero tampoco la peor) de las familias, puesto que la llegada de dos hermanitos gemelos a casa provoca que sus padres no le presten toda la atención que necesitaría un chaval de poco menos de diez años. De hecho, cuando insiste en que se le ponga una televisión en su habitación, sus progenitores no ponen demasiadas pegas a ello, pese a que su conducta demuestra evidentes señas de reconducción necesaria. Y ya se sabe, la tele es muy mala, y los videojuegos más todavía. Son tan malos que sobre ellos gira prácticamente toda la tesis de Molina, quien busca los orígenes del problema tratado y parece conformarse con esas dos cabezas de turco, que tan bien le vienen a los noticiarios para hacer panfletos baratos cuando andan cortos de información.
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